miércoles, enero 06, 2010

VIOLENCIA ESCOLAR

EL PAPEL DE LA FAMILIA EN LA VIOLENCIA ESCOLAR

Miércoles 5 de noviembre de 2008, por Emilio Bohórquez Rodríguez (actualizado el 7 de noviembre de 2008) Ver en formato PDF ¿Qué pueden hacer los progenitores?

Podría decirse que los niños no entienden de matices en lo que a conducta violenta se refiere y sólo aprenden que ser violento tiene muchas ventajas. No llegan a discriminar que la conducta violenta sólo es aceptable en muy contados casos y circunstancias muy determinadas. No se puede enseñar a un niño a ser “sólo un poquito violento”, ya que los matices son muy sutiles para que la mente infantil, y su sistema heterónomo de valores pueda asimilarlos.

Cuando desde la familia se aprueba e incentiva la conducta agresiva y violenta, el niño, indefectiblemente incorpora esos patrones de conducta a su repertorio, ejercitándolos en cualquier situación social en la que se sienta mínimamente amenazado. Éste es el factor más poderoso que determina la tendencia violenta de un niño: la aquiescencia de los padres y la práctica en el entorno familiar. La aprobación explícita o tácita de la conducta violenta de los niños en el entorno familiar funciona como un premio que aumenta la posibilidad de que ésta se repita en el futuro y acabe generalizándose a otras situaciones.

No es necesario el refuerzo positivo (premio) directo de la conducta agresiva para que ésta se refuerce, basta con que el niño la observe en sus padres o hermanos o que la experimente él mismo sin recibir un castigo para que sea cada vez más ejercitada. El refuerzo de la conducta agresiva es, sobre todo, indirecto y comienza en la familia. Por ello los padres deben mostrar una actitud firme y resolutiva a la hora de reprobar la conducta violenta de sus hijos, no basta con el silencio, los educadores deben actuar dando ejemplo. Los hijos deben entender sin ningún tipo de dudas que la violencia no es admisible, ejercitando pautas de conducta basadas en el diálogo y la tolerancia. Y ello no es fácil, porque parece que el Primer Mundo guarde dos criterios sobre la violencia: Uno para si mismo, los “ciudadanos de primera”, donde se aspira a la idílica convivencia y se rechaza el más mínimo atisbo de violencia, ya sea simbólica o fáctica. Y otro muy distinto, para los ciudadanos “de segunda”, los del Tercer Mundo, donde la vida humana vale lo que los intereses políticos y económicos de Occidente dispongan.

Los primeros que deben dar ejemplo de rechazo a la violencia son los padres en su conducta cotidiana: desde la forma de relacionarse con la pareja (una conducta despectiva o agresiva es un patrón que los hijos asimilan y hacen suyo a la hora de interrelacionarse con sus compañeros); la resolución de conflictos domésticos, sociales o laborales (si la violencia verbal, el improperio y la amenaza son las herramientas de resolución de conflictos de sus padres, es lógico que los hijos las consideren “normales”); la percepción de los medios de comunicación (si los padres no comentan la reprobable agresividad de muchos videojuegos, películas, etc...los menores observarán incrédulos la hipocresía de una sociedad que en la escuela le enseña el respeto y en los medios de comunicación le mitifica la violencia); la percepción de los conflictos (el terrorismo, la guerra y la violación de los derechos humanos están a la orden del día en nuestro planeta, parte de los cuales llega a nuestros hogares mediante radio, prensa o televisión, y es labor de los padres comentar la barbarie de estos hechos y la sinrazón de los mismos, puesto que los hijos se moverán en la ambigüedad de observar como los mismos políticos que defienden en sus flamantes leyes educativas su compromiso para con la paz y los derechos humanos, son los mismos que apoyan la guerra, venden armamento a países dictatoriales o guardan silencio mientras comunidades inocentes son masacradas por intereses partidistas y económicos).

Por tanto, los alumnos de hoy, que son los adultos del mañana, deben ser educados en una cultura para la paz desde el mismo entorno familiar. Una cultura de la no violencia sin ambigüedades.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

• Bandura, A. (1983). Principios de modificación de conducta. Ed. Sígueme. Salamanca.

• Castells Cuixant, P. (2007). Victimas y matones: claves para afrontar la violencia en niños y jóvenes. CEAC. Barcelona.

• Mc Cord, J. y Mc Cord W. (1966). El psicópata. Ediciones Horme. Buenos Aires.

• Parent Jacquemin, J. M. (2007). La no-violencia activa: una ética para hoy. Fundación E. Mounier. Madrid.

• Serrate, R. (2007). Bullying, acoso escolar: guía para entender y prevenir el fenómeno de la violencia en las aulas. Ed Laberinto. Madrid.

Emilio Bohórquez Rodríguez